martes, 29 de septiembre de 2009

¿EN REALIDAD QUEREMOS EL CAMBIO?

¿EN REALIDAD QUEREMOS EL CAMBIO?
Cuando llegamos al punto donde nos damos cuenta de que nuestros propios esfuerzos no nos están llevando a ninguna parte, aceptamos la conclusión de que nosotros mismos no podemos cambiar. La siguiente pregunta que debemos hacernos es: “ ¿en realidad queremos que nuestras vidas sean diferentes?” Por lo general Dios hace muy poco en nuestras vidas hasta que somos honestos con él. Él sabe cuando le estamos pidiendo liberación cuando en realidad no la queremos. A menudo hemos llegado a sentir cierta comodidad con nuestro pecado. Hemos pasado años ajustándonos a nuestra situación. El mantener nuestro pecado tiene sus beneficios: obtenemos cierta cantidad de compasión, nos permite eludir responsabilidades y nos proporciona una forma de emoción. Con frecuencia preferiríamos reordenar nuestro pensamiento para acomodar nuestro pecado antes de abordar un problema al parecer imposible. Si no ocurre ningún cambio en nuestras vidas, tal vez necesitemos admitir que en realidad no lo queremos.
Motivos para el cambio:
Mientras algunos de nosotros no queremos cambiar,, otros en verdad lo desean. Aun así, todavía caemos en el patrón éxito fracaso. A veces el problema que persiste y por el cual no podemos cambiar es nuestro motivo para querer ese cambio. Podemos querer liberarnos de la homosexualidad solo por la mancha que conlleva nuestro pecado. Nos avergüenza vernos como alguien que no es del todo exitoso. Nos gustaría tener una vida libre de problemas, a fin de enorgullecernos y tener el respeto de los demás…. Es cierto que Dios utiliza la humillación, la disconformidad y las desagradables consecuencias del pecado en nuestras vidas para llevarnos al arrepentimiento. Sin embargo, la libertad duradera del pecado llega cuando nuestros motivos son puros. Es decir, cuando nos sentimos avergonzados ante el Espíritu Santo de Dios. Nuestro deseo de una relación plena y esplendida con el Señor es la motivación que despeja el camino para el verdadero cambio.

¡Es tiempo de ponerse firme, de levantarse por su propio esfuerzo, y de estar determinado a derrotar esta adicción con la fuerza y el poder de Dios! Nadie más puede hacerlo por nosotros.
Debes zafarse de esa complacencia y salir con ímpetu. ¿No es esto lo que el Señor decía a través del profeta Joel: convertirse, ayunar, llorar, lamentarse y rasgarse? Estas son palabra de acción que describen a alguien decidido a obtener lo que necesita del Señor. Para ganar esta batalla se requerirá esta clase de compromiso serio. ¿Cómo puede uno saber que e en verdad encontrara libertad del pecado sexual, Haciendo estas cosas? El principio divino “si… entonces”---- promete que lo logrará.

Si mi pueblo, que lleva mi *nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra( 2 crónicas 7:14)


Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu *corazón. Encomienda al Señor tu *camino; confía en él, y él actuará.( Salmo 37: 4-5)
Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus *caminos, y él allanará tus sendas. (Proverbios 3:5-6)

Existe un tema común a lo largo de todas las promesas de estos versículos. Si hacemos algo, por ejemplo, arrepentirnos, confiar, deleitarnos, orar y otras cosas por el estilo, entonces Dios hará algo por nosotros. La adicción sexual no podrá ser superada si permanece sentado y esperando que Dios le descargue un rayo. El hombre decidido debe iniciar la pelea él mismo.
Este proceso no será fácil, debemos tener paciencia y esperar en Dios. Pero el principio “si… entonces” promete que Dios honrará el primer paso y nos ayudará a lo largo de esta lucha.

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Gracias por tu comentario. Dios te bendiga. Ps. Ramón Valle

 
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